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(7/20) Monitorías en la universidad

¿Qué son las monitorías y qué deberían ser?

En mi paso por la Universidad de los Andes como estudiante de pregrado fui monitor un par de veces, mis obligaciones en las monitorías eran calificar quices y de vez en cuando dar una sesión adicional de trabajo como apoyo a los estudiantes del curso. De eso han pasado más de veinte años.

Lo curioso es que cuando hablo con estudiantes que tienen monitorías con otros profesores o con mis colegas, la descripción de lo que es una monitoría no ha cambiado. Y digo que es curioso, a pesar de que mantengo que las instituciones de Educación Superior son las segundas en cuanto a instituciones renuentes al cambio (solo superada por las instituciones religiosas), porque eso NO es lo que una monitoría debería ser.

Peor es el panorama cuando hablo con mis estudiantes, muchos de ellos en los primeros semestres, llegando el tema a hablar de monitorías. Para la mayoría de mis estudiantes monitoría significa sesión de clase adicional dada por alguien que no es el profesor, apareciendo además una dualidad incómoda en la noción de monitoría: por una parte, la monitoría ofrecida en la Universidad por un monitor asociado al curso; por otra, las denominadas también monitorías ofrecidas por empresas externas a la Universidad que contactan a los estudiantes ofreciendo en un encuentro intensivo de seis u ocho horas "todas las claves" para pasar el siguiente examen.

No voy a detenerme en este momento en lo mucho que ese segundo tipo de monitoría demuestra la priorización de la calificación sobre el aprendizaje, o hablar de cuánto daño le hace al aprendizaje conceptual ese entrenamiento rápido con trucos presentados como magia y nunca explicados, o mencionar las repetidas violaciones a normas de manejo de datos personales y de propiedad intelectual que esas "empresas" cometen día a día al extraer las listas de correos de los cursos para invitar a los estudiantes y los exámenes antiguos presentándolos como material propio. Para qué gastarle más tiempo que este párrafo a uno más de los subproductos de la falta de ética del sistema que pone primero la certificación y no el aprendizaje.

Aunque bueno, igual voy a hablar de otro subproducto de esa priorización de la certificación sobre el aprendizaje. Voy a hablar de lo que son las monitorías hoy en día, que básicamente ya lo dije, pero lo voy a poner en contraste con lo que deberían ser las monitorías en un sistema en el que el aprendizaje realmente prime, en un sistema de Educación Superior, ese nombrecito tan utilizado como escudo moral tanto por Educación como por Superior, pero en realidad tan poco alcanzado o incluso buscado.

¿Qué debería ser una monitoría? La monitoría debería ser un acuerdo en el que el estudiante es un aprendiz del profesor, en el contenido del curso o -inclusivo- en el proceso educativo relacionado con el curso. La monitoría debería ser un premio, que consiste en que un profesor toma bajo su tutela a un estudiante destacado, para encaminarlo por senderos de reflexión sobre lo que se aprende en el curso, el valor que tiene eso para la formación de los estudiantes registrados (y con eso también el valor que tiene en la formación de ese aprendiz/monitor) y la esencia de la labor del profesor. Un estudiante que sea monitor debería adquirir en el transcurso de esa monitoría una posición de observación crítica del curso, de la labor docente en el marco del curso y de la coordinación del curso dentro de la formación ofrecida por la universidad.

Y bueno, calificar quices o guiar un par de sesiones de trabajo al semestre deja a los monitores bastante lejos de ese ideal. Tal vez, solo tal vez, calificar quices ofrezca al monitor un espacio para reflexionar sobre los contenidos del curso, pero debe ser claro que tener los contenidos claros y entender lo que los demás hacen en un quiz no es reflexionar, podría ser algo relacionado con reforzar pero hasta ahí. De la misma forma, tal vez y solo tal vez una hora de trabajo en algunos contenidos con los estudiantes de un curso sea una oportunidad para que el monitor tome una posición crítica acerca del proceso de enseñanza y aprendizaje relacionado con los contenidos del curso, pero pararse frente a quince o veinte estudiantes y trabajar algunas preguntas no es lo mismo que reflexionar sobre educación.

Y entonces... ¿por qué las instituciones de Educación Superior fomentan las monitorías como suceden actualmente? Calificar y dar clases adicionales son actividades que los profesores deberían hacer, pero que consumen tiempo y rara vez conducen a ese tesoro preciado en la Educación Superior: ranking. Que un profesor con doctorado sea el titular de una clase sí conduce a ranking, porque algunos de esos escalafones consideran como parte importante la cantidad de horas promedio que un estudiante está bajo la tutela de un doctor, así que tener un doctor asignado en un curso hace que ese indicador suba. Pero, casi cualquier otro uso de tiempo del profesor en educación es un desperdicio para la institución, porque es tiempo que el profesor podría dedicar a su investigación, a escribir sus artículos, a producir todo eso que hace que la institución suba en los escalafones. Así que cosas como dedicar una hora adicional no formal a los estudiantes, o calificar con frecuencia quices, no están entre lo que la institución espera que el profesor haga y justamente por eso le paga a alguien más, el monitor.

Llega aquí ese momento mágico en el que me confieso: casi nunca pido monitores, cuando lo hago rara vez los encargo de actividades como calificar quices o guiar sesiones de trabajo adicionales. En los últimos cinco años le he fallado a muchos de mis monitores, he dejado solos a varios de ellos en su proceso y por eso pido disculpas. He intentado, en todos los casos, que mis monitores tengan la oportunidad de pensar en su labor, de cuestionar las prácticas de enseñanza tradicionales, de acompañar a los estudiantes de mis cursos en procesos de aprendizaje menos estructurados; posiblemente mucho de esto no haya sido evidente para esos monitores, culpa mía por no hacerlo explícito y mucho más culpa mía por no haber estado ahí para varios de ellos.

La Universidad, así como las otras universidades y en general las instituciones de Educación Superior, no va a cambiar la visión del monitor como el ayudante de las tareas aburridas del profesor. Esa visión utilitaria y poco formadora seguirá siendo la que oriente, por tanto, la mayor parte de las monitorías. Procede entonces preguntar, muy puntualmente, si existe alguna forma de mejorar la experiencia para los monitores, y sí, sí la hay: las instituciones podrían, por ejemplo, establecer un pequeño curso virtual, de no más de ocho o diez horas, obligatorio para los monitores y que les obligue a enfrentar en forma directa y sobre todo explícita esos objetivos de formación que deberían acompañar al proceso de monitoría; ese curso sería la guía inicial para que el monitor vea todo el proceso del semestre de monitoría como un proceso de formación, inclusive si el profesor no lo facilita, para cerrar con un texto consignando los puntos de reflexión más importantes encontrados por el monitor en el semestre. Difícil que suceda, pero en realidad no es un esfuerzo tan grande y puede ser de gran ayuda para los monitores, para los profesores e incluso, indirectamente, para los estudiantes de los cursos en los que hay monitoría.

Sueño con llegar algún día a ser el mentor de una monitoría ideal, en la que el monitor pueda desarrollar ese sentido crítico que tanta falta hace en muchos espacios de aprendizaje. Por ahora no lo he logrado, principalmente mi culpa, espero poder aplicar la famosa frase de "mejores días vendrán".

Gracias por leerme, sé que a veces mi visión oscura sobre la Educación Superior puede agotar (y puedo escribir muy feo por mi necesidad de profundizar en el tema), así que de verdad muchas gracias

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