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(10/20) Miedo durante los exámenes

Algunas cosas que pueden ser útiles para manejar mejor la experiencia de presentar un examen

En esta segunda etapa de intentar completar los veinte escritos prometidos, me estoy dando la libertad de combinar y comprimir algunas de las ideas que tenía cuando escribí (1/20) El post de apertura: por qué escribir aquí | Los Estudiantes en beneficio de dejar espacio para otras que surgen en mi trabajo diario. Tengo una lista de los títulos que quería desde el inicio, pero ahora permito que algunos desaparezcan y otros cambien, porque hay otras cosas importantes que conversar.

Es así como surge este texto. Este semestre he intentado estar mucho más cerca de las necesidades emocionales de mis estudiantes para tener éxito razonable en sus actividades calificadas: estar más pendiente de sus temores, abrir espacio a que se hable de los objetivos de la evaluación como herramienta de formación y también como determinante de la calificación, entre otros. Y bueno, entre las conversaciones que he tenido con los estudiantes que se han acercado a buscar ayuda, uno de los temas más frecuentes es el de nervios durante la sesión de evaluación. Les di mi opinión y consejos, pero también me tomé el tiempo para consultar lo que se recomienda en diversas páginas incluyendo la de Decanatura de Estudiantes de la Universidad de los Andes. Con lo encontrado (pondré los enlaces al final) hice un pequeño paquete de las recomendaciones que, desde mi experiencia, son las más relevantes, sin desconocer que existen otras adicionales.

Así, doy mi lista de recomendaciones ahora y al final, como ya mencioné, dejo los enlaces que me parecen más relevantes y confiables (por su fuente y su contenido).

  1. Estudiar para aprender
    Casi todo el que me conoce sabe que esta es, en general, mi recomendación para la existencia como estudiante en Educación Superior. Pero es esencial para dominar los nervios en los exámenes, en especial en exámenes de Matemáticas en donde el conocimiento requiere “digestión”, requiere entenderse y usarse, conectarse con otras cosas y con eso, finalmente, interiorizarse y entrar en disponibilidad de uso incluso en situaciones que no parecen las más adecuadas para ello.
    Explico: Si usted se llena de definiciones y fórmulas la noche anterior al examen, porque estudia para el examen, se va a encontrar con que las fórmulas son para usted una herramienta circunscrita al dominio en que las aprendió, la fórmula solo tiene sentido en una situación casi idéntica a la que estaba observando cuando la encontró; sin embargo, si usted estudia continuamente y con el objetivo de aprender, la mayor parte de esas fórmulas estarán en su mente y en su trabajo por más tiempo, habrán podido despegarse ligeramente de un contexto cerrado y estarán más cerca de ser asociadas con nuevas situaciones, en las que seguramente son útiles aunque usted no las haya visto antes en acción de esa forma. Esa capacidad de use de las cosas, incluso cuando los contextos no las “llaman” directamente, eso es aprendizaje, pero además eso es muy útil para presentar exámenes ya que muchas veces las cosas se pueden hacer de más de una forma.

  2. Dormir, seriamente dormir
    Todos tenemos -o hemos tenido- la idea de que el contenido debe estar muy presente al momento de entrar a un examen y por eso nada mejor que un maratón sobrecargado de datos la noche anterior. Bueno, casi cualquier cosa que se sabe acerca del aprendizaje y muchas de las que se saben acerca de las enfermedades degenerativas del sistema nervioso dicen que eso es malo.
    En lo práctico para este escrito y menos trágico para la vida, sin dormir no se aprende. El aprendizaje tiene como ingrediente central el paso de la información más allá de la memoria de corto plazo para alcanzar la memoria de largo plazo, cosa que sucede durante el sueño. Para dar una referencia de cultura pop, la película “50 first dates” (en español llamada “Como si fuera la primera vez”) está escrita sobre ese conocimiento: Lucy (Drew Barrymore) sufrió un accidente que le impide retener información más allá de su periodo de sueño; todo lo que vive en el día lo puede retener en memoria de corto plazo pero cuando duerme, cuando debe pasar a memoria de largo plazo, algo en su cerebro lo impide y se pierde todo en el camino. Y bueno, no vamos a decir que los escritores de la productora de Adam Sandler son genios científicos, pero ese dato es cierto y es conocidísimo.
    El sueño, además, permite el uso adecuado de los recursos de energía. Cuando se duerme mal, el organismo tiende a limitar el acceso a las rutinas automáticas, haciéndose torpe intencionalmente, como muestra de cansancio para obligar al pensamiento consciente a permitir el periodo de descanso. Si usted no duerme, actividades tan rutinarias como lavarse los dientes dejan de serlo, podría encontrarse con que se llevó el cepillo de dientes a la boca sin la crema dental, porque poner la crema dental es una actividad que se automatiza y en condiciones de falta de sueño esa automatización falla. El problema, en exámenes, es que ante la falta de automatización el cerebro debe estar distribuyendo su capacidad cognitiva consciente en más tareas, garantizando que lo automatizado ocurra además de lo no automatizado, dejando menos recursos para eso último, que sería el dominio de los exámenes.
    Finalmente, relacionado además con lo anterior, el sueño es la oportunidad del cerebro para desintoxicarse. La actividad cognitiva consciente está alimentada por nutrientes que entran continuamente al cerebro a través de un fluído que se alimenta del flujo sanguíneo por una membrana que filtra, cuando los nutrientes entran al fluido se distribuyen a las neuronas y todo funciona, pero en ese funcionamiento se generan residuos, la “basura de la combustión” por darle un nombre. Y bueno, el cerebro ocupado no saca la basura, que en términos más concretos quiere decir que durante la función cognitiva consciente el cerebro se inflama ligeramente y no permite la salida de los residuos, para que eso pase se necesita el estado de sueño profundo. Así que, si usted no duerme, su cerebro va a estar físicamente procesando con un montón de residuos alrededor, que reducen la capacidad cognitiva ligeramente pero que además propician las enfermedades degenerativas.
    Así que, por todo y todo, duerma bien antes de un examen. Y mucho más si el examen es, por ejemplo, justo después de la hora del almuerzo, en la que naturalmente por hambre o por llenura se entra en un sopor poco compatible con un examen.

  3. En el examen: objetivos realistas y verificables
    Se entiende, supongo, que el gran objetivo de presentar cualquier examen sea obtener una calificación alta, o al menos positiva. Sin embargo, ese gran objetivo es contraproducente para la realización del examen, en especial si usted es una persona nerviosa en esas situaciones, porque ese objetivo no es medible durante el examen como tampoco lo es estar acercándose a él; durante un examen típico usted no sabe cuánto ‘va’ obteniendo, debe esperar a que se termine la sesión, el profesor reciba, califique cuando pueda y luego de a conocer las calificaciones. Entonces, si su único objetivo es la calificación, durante la sesión de examen usted siente que el tiempo es cada vez más corto para alcanzar un objetivo del que realmente no sabe nada en ese momento, receta infalible para un colapso.
    Por eso, para controlar ese problema, ponga pequeños objetivos de los que pueda determinar si se están alcanzando o no y en los que pueda tomar medidas correctivas durante el mismo examen. Por ejemplo, póngase como primer objetivo entender todo el enunciado del examen, de forma que si lo logra ya tiene un objetivo alcanzado y si no lo logra sabe que debe preguntar por las aclaraciones necesarias y alcanzarlo. Un segundo objetivo razonable podría ser, por ejemplo, ubicar un problema en el que sienta comodidad para iniciar, si lo encuentra todo bien y si no lo encuentra puede garabatear un par de intentos en algunos de los problemas, en especial en los que parezcan de enunciado más familiar, para que cuando alguno de ellos cobre sentido el objetivo se cumpla. Objetivos sobre manejo de tiempo (avance claro sobre un problema en el primer 10% del tiempo del examen si es un examen de cuatro o cinco problemas, por ejemplo), sobre el avance de diversas partes del examen (una idea clara para el 50% de las preguntas) o cosas similares pueden ser igualmente valioso, alcanzables y promotores de tranquilidad.
    Bono: nunca ponga su objetivo en ser más rápido que los demás o entregar antes que todos. Usted no sabe si alguien está entregando muy rápido porque terminó todo en segundos o porque renunció a intentarlo.

  4. A cada cosa la -verdadera- importancia que tiene
    Hace unos pocos semestres, superado un quiz que contaba por algo así como el 4% de la calificación de un curso, uno de los estudiantes me escribió diciéndome que por favor le permitiera de alguna forma subir la calificación obtenida porque una calificación tan baja era ya perder la materia. Dado que en los Andes la calificación aprobatoria es 3.0 de 5.0 máximo, es posible tener 0.0 en el 40% del curso y conseguir aprobar (inviable, pero posible). A este estudiante le respondí que si cree que un 0.0 en el 5% o menos de la materia ya era perder es porque sus problemas matemáticos son mucho mayores que ese 0.0, zanjada la conversación. Pero en el camino noté que uno de los problemas por los que los resultados son tan bajos es, justamente, la importancia excesiva que se le da en algunos casos a cada calificación. Intentaré explicarlo.
    En frío, en la teoría, todos los que conducimos sabemos que hay situaciones de riesgo en las que es ideal frenar, pero que hay otras en las que acelerar es más eficiente porque se deja el riesgo atrás; sin embargo, al momento de enfrentar una situación real de riesgo, casi todas las personas frenan, incluso cuando es evidente que acelerar era mejor opción. De la misma forma, todos sabemos, al menos por las películas malas que usan las arenas movedizas como parte del argumento, que cuando alguien pisa arenas movedizas y empieza a hundirse, mientras menos se mueva o con mayor calma lo haga, más sencillo será sobrevivir; sin embargo, año tras año hay víctimas de las arenas movedizas porque, en el momento de enfrentarlas, las personas olvidan eso que saben y solo se lanzan desesperados a sacar las piernas con los brazos dejando la cabeza a centímetros de la superficie y acelerando el hundirse. En las situaciones “de vida o muerte” las personas olvidan lo que saben conscientemente y actúan de forma irracional. Ahora, en un examen en el que se espera que usted muestre lo mejor de su pensamiento consciente, el pronóstico si usted olvida todo lo que sabe y actúa de forma irracional será bastante negativo.
    Así, es vital que usted entienda cuándo un examen es realmente vital para su capacidad de aprobar un curso y cuándo no lo es, porque, la verdad sea dicha, casi nunca lo son. Así, si usted tiene claro que un examen tiene importancia pero no es de vida o muerte, está dando a su mente la oportunidad de pensar, cosa que usualmente es muy buena en un examen académico.

Esos cuatro consejos son los fundamentales para mí, los indispensables para poner bajo control lo que se puede poner bajo control al tomar un examen, para tener la tranquilidad necesaria para enfrentar una situación como esa sin convertirse en obstáculo del propio desempeño.

Por si interesan otras fuentes, con más consejos aunque un poco menos detalladas, dejo las tres que más adecuadas me parecen:

Como de costumbre, gracias por la paciencia para leer esto. Espero que resulte de utilidad o al menos como material para pensar.

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